La imperiosa necesidad de decirle a los demás lo que tienen que hacer

Dar consejos

Te has preguntado alguna vez: ¿Por qué existe esa imperiosa necesidad de dar consejos y decirle a los demás lo que tienen que hacer?

Basta mirar las redes sociales para encontrar cientos de “expertos” dando consejos. Las típicas “recetas mágicas”:

  • Las 3 claves…
  • Debes despertar a las…
  • Los 7 pasos…
  • Consejos para…
  • 4 tips para…
  • La clave del…
  • Las 6 mejores prácticas para…
  • Debes aceptar el cambio…
  • Cómo ganar 1000 euros y…
  • Deberías comer…
  • Debes cambiar tus hábitos…

Y realmente, si bien a primera vista, parece virtuoso y compasivo ayudar, instruir, entrenar, guiar, motivar y dar consejos, muchas veces esos consejos no son más que la expresión del propio ego.

Si buscas en Google “prácticas para el éxito” encontrarás millones de resultados:

Resultados en Google de "practicas para el éxito"

Si buscas “hábitos para vivir mejor” también hallarás millones de resultados…

Resultados en Google de "hábitos para vivir mejor"

¿Y si te dijera que todo esto es una mier**? (¡uy!, ¿puedo decir esto acá?)…

Puedo asegurarte que, en la gran mayoría de los casos, al dar consejos, lo único que se busca es venderte. Porque la verdad en últimas instancias es que no existen recetas con pasos y claves “universales” o “genéricas”.

Dar consejos, ayudar, ¿existen “recetas mágicas”?

Dar consejos, ayudar ¿una expresión del ego?

Cada ser humano es único y particular. Y como consecuencia, lo que es bueno para uno puede no ser necesariamente bueno para otro. Lo que es bueno para mí, puede no ser bueno para vos.

Por eso te garantizo que no existen recetas mágicas.

  • Tal vez a uno le sirve levantarse a las 5 am…
  • A otro le sirve darse un baño de inmersión en agua fría…
  • A otro le ayuda el ayuno intermitente…
  • A otro le beneficia meditar dos veces al día…
  • A otro lo potencia el entrenamiento físico…
  • A otro…

Estos consejos serán buenos para algunos, y a otros no les servirán para nada.

Muchas personas se la pasan probando todos los métodos que se les ofrecen por las redes sociales y los sitios de moda, en lugar de buscar “su método”, “su verdad”.

No niego que alguien exitoso puede justificarlo diciendo que lo es porque se levanta a las 4 am, o que inicia su día con una meditación “x”.

En realidad, es exitoso porque si se propone levantarse a las 4 am, decide hacerlo, lo hace y lo sostiene en el tiempo. Al mismo tiempo que es capaz de hacer eso, también es capaz de hacer cualquier otra cosa que se proponga.

En cambio, otra persona pone toda su energía para levantarse a las 4 am, y lo logra por un tiempo y está feliz… Es más, lo puede sostener en el tiempo, pero toda su atención, esfuerzo y energía está puesto en hacer eso hasta que ve que no logró lo que realmente quiere y se “enteró” de que en realidad la clave para triunfar es tomar un baño de agua fría… y vuelve a empezar, con otra “receta mágica”.

¡ENCUENTRA LAS RESPUESTAS A TUS PREGUNTAS AQUÍ!

¿Es bueno dar consejos?

Todos los que estamos en las redes estamos generando esta pandemia de soluciones fáciles y rápidas.

Dar consejos nos ubica en el lugar del salvador, de alguien noble, como si fuésemos a mejorar la difícil situación del mundo, y de cada persona… Como si las fuésemos a ayudar a salir del camino “equivocado”, y mostrarles cuál es la dirección “correcta” que deberían seguir.

Pero, en realidad, no hay un “debería”. Nunca lo hubo. Los “debería” son un castillo de naipes que se desmorona fácilmente con un leve soplido.

Cada vez que asesoramos a alguien, que nos sumergimos en esa cómoda costumbre de dar consejos, puede parecer que surge de un lugar de amor, pero en realidad es el ego el que dice: “Yo tengo razón, vos estás equivocado, y si hacés lo que yo digo, te arreglaré”. Como si alguien estuviera roto.

La “imagen del sanador”

Imagen del sanador - QuirónLa gran mayoría de las culturas milenarias nos señalan que, para poder ayudar a otros, primero debemos curarnos a nosotros mismos.

Es como la “imagen del sanador”, que se remonta a la edad antigua, e indica ese proceso interior al que uno es llamado cuando se desea ayudar a otros a atravesar una vivencia, un momento trágico, de gran dolor y sufrimiento físico, espiritual o psíquico.

Esto representa el reconocimiento, la aceptación y la integración de las heridas propias, de las propias vulnerabilidades y de la condición de finitud, que debemos sanar y aceptar para poder ser capaces de sanar a otros.

Lo sé porque lo he hecho mil veces. Y lo sigo haciendo. Por eso, lo siento, te pido disculpas. Pero seguramente lo seguiré haciendo, porque YO quiero sanar.

Me encantaría borrar o eliminar cada recomendación, sugerencia u opinión, que he dado sin que me la pidieran. Quizás desarrollé una alergia a los consejos porque entendí que propagarlos solo alimenta el ego.

Sin embargo, el deseo de ayudar no es bueno ni malo. Al igual que el fuego no es “bueno” o “malo”. Puede calentarte y te puede quemar.

Aconsejar es ponerse en un pedestal, sobre el que, en general, no descansa ninguna persona sincera. Me he dado cuenta de que de alguna manera requiere que despreciemos “un poco” a los demás, lo cual no es una posición que me agrade.

Por eso declaro que No quiero ayudarte; pero tampoco No ayudarte.

“¿Y si solo te amo?”…

Ayudar

El amor requiere decir la Verdad, y despegarse en cuanto a si “ayuda” o no. Si ayuda, está bien. Si no, también está bien. La recepción depende del destinatario.

La Verdad se expone a través de la observación y la búsqueda honesta de la toma de conciencia. Examinando los obstáculos, los desafíos que se nos van presentando, logrando una comprensión más profunda de cómo son las cosas.

Para ser claros, esto no es una recomendación, no es mi intensión dar consejos. No creo que “debas” hacer nada; no te estoy instando a que aceptes mi “mensaje”. No espero convencerte de nada.

Durante mucho tiempo intenté convencer a “alguien”, y hoy me doy cuenta de que cuando hacía eso lo arruinaba… Convencer, influir, dar consejos, ¿probarme a mí mismo?… Quizás más de lo mismo. Quién sabe.

 

Hoy sé que la Verdad como el Amor, no requiere persuasión. Simplemente, “ES”… estés convencido o no.

¡TOMA CONSCIENCIA HOY Y ENCUENTRA TU VERDAD!

Lic. Alberto F. Calo

¿Quieres saber más sobre mí? Consulta aquí

 

Deja un comentario

error: Contenido protegido !!
A %d blogueros les gusta esto: